jueves, 20 de abril de 2017

El Afilador, Juanfran de la Cruz



CARLOS VILLALBA GALÁN

De la Vuelta y Ottavio Bottechia: "Pese al retraso de su nacimiento con respecto al Tour o al Giro, y precisamente por esa dilación, la Vuelta Ciclista a España cuenta con una interesante prehistoria de amagos, envites, pasos adelante e intentos frustrados que no es especialmente conocida y en la que intentamos adentrar al lector desde estas líneas. Y al frente, la apuesta frustrada del Heraldo de Madrid de cara a 1925" (Juanfran de la Cruz)

Así introduce el periodista Juanfran de la Cruz su texto incluido en el recopilatorio de artículos y crónicas El Afilador, lanzado por la editorial Libros de Ruta. En él nos sumergimos en una época en la que la Vuelta a España necesitaba de reclamos para ser una de las grandes, como la invitación del ciclista italiano Ottavio Bottechia. De la mano del autor analizamos el presente desde el pasado. 

JUANFRAN DE LA CRUZ 



El inicio de La Vuelta fue complicado como cuentas en el libro pero, ¿crees que en los últimos años se ha avanzado más que en el siglo pasado de cara a consolidar la carrera?

Desde mi punto de vista la Vuelta está más que consolidada; esa labor corrió a cargo de la organización de El Correo. Ellos recuperaron la prueba de cara a 1955, tras unos años de idas y venidas, y en poco tiempo le dieron una notoriedad de puertas para afuera que antes no tenía. Fue un trabajo tremendo, logrando poco a poco traer a grandes figuras del momento. Pero con muchas menos ediciones de vida que el Tour o el Giro, la Vuelta ya era considerada como 'la tercera grande' en las postrimerías de los años sesenta, y desde entonces en campos como el alojamiento o la alimentación tiene un renombre y recibe elogios. La tercera grande; aunque a distancia de ambas, eso es indudable. El Correo primero y Unipublic después han hecho un trabajo enorme. Pero en todo este camino siempre hay altos y bajos, aciertos y fracasos... Eso no hay que olvidarlo. Ni que una carrera es un fenómeno que depende de factores múltiples, recibe influencias varias y trabaja con condicionantes diversos. De la Vuelta actual más que hablar de consolidación, lo haría de modernización. La carrera se ha puesto las pilas en apartados que a lo mejor no había cuidado mucho, y pienso sobre todo en la explotación de sus posibilidades geográficas, promocionales y turísticas. Y esto lo resume muy gráficamente que un puerto como el de San Glorio, tremendo por Cantabria, no haya debutado en la Vuelta hasta hace un par de años. La Vuelta ha madurado. O mejor dicho está en ello. Hay mucho por hacer, o que se podría hacer. Pero echar la vista atrás y pensar en las ediciones de mediados los 90 o una década atrás deja patente ese salto adelante.  Siendo mucho más joven que el Tour o el Giro, está en esa misma onda. Y también creo que no existe obsesión o recelo hacia ellas, en absoluto; no hay ese complejo de inferioridad que otrora si existió e incluso se manifestó con el cambio de fechas a septiembre (porque la UCI, antes que a la Vuelta, se lo dejó caer al Giro, no hay que olvidarlo); la Vuelta se ha centrado más en su camino, trabaja en un modelo que gustará más o menos, pero que conlleva, por llamarlo de alguna forma, una coherencia. Me llama mucho la atención el gran número de finales y de salidas inéditos que han tenido lugar sólo desde la adopción del jersey rojo para el líder. Entre 2010 y 2016 nada menos que 59.



Si en su día el anuncio de la participación de Bottechia fue un reclamo para La Vuelta, ¿crees que todavía hace falta algo así con nombres como Froome o Quintana?

Bottecchia era un reclamo, aunque seguramente poco fiel a la realidad y, visto lo visto, con poca influencia en el éxito... Los reclamos han existido siempre y siempre existirán, y pienso en una perspectiva totalmente mediática: los medios de comunicación, todos, da igual el soporte, siempre en función de sus posibilidades y sus coberturas, siempre van a tender a resaltar nombres. Favoritos. Estrellas. Y dentro de las idiosincrasias mediáticas de la Vuelta funciona muy bien, o lo ha hecho desde que este modelo cuajó en la década de los años 80 en parte por las coberturas radiofónicas de José María García, esa pugna entre el foráneo y el nacional. No es una cuestión de que haga falta como, por ejemplo, pasaba décadas atrás con ciertos nombres que había que seducir con contratos y fijos de salida; más bien lo veo como algo inherente a la propia celebración de la carrera.  De esta o de cualquiera. Los grandes nombres venden. Si son los más grandes, más. Sí me llama la atención que en los últimos años, desde Nibali, el ganador de la edición anterior no haya defendido su dorsal 1. Este año apunta a lo mismo con Nairo Quintana. A la Vuelta no creo que le importe, porque el desarrollo deportivo de estos años ha deparado desenlaces interesantes. Y también está el hecho de que Chris Froome, el dominador del Tour estos años, adora la Vuelta, la piropea, manifiesta que la ansía y en ella, donde ya es el hombre que más podios ha sumado sin ganarla, se muestra mortal y frágil. Todo esto ha venido de la mano con un incremento de la internacionalización de la carrera y la creciente tutela de ASO, sin olvidar la apuesta por los recorrido tan específica que ha impulsado Javier Guillén. Tres factores que vienen a reforzar su fortaleza y su autonomía sobre una hipotética dependencia de la nómina de participantes, generosa en ilustres pero bastante menguada en el apartado de velocistas. 


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